Comentarios sobre el vivir
Por: Walter Riso
EL ESTILO DE VIDA HEDONISTA
No creo que hallamos venido al planeta para sufrir ni ha exaltar el dolor como una forma de expiación.
Pienso que podríamos pasarla psicológicamente mejor, si seguimos algunos preceptos para darnos gusto sin sentir culpa. Es cuestión de tener una actitud abierta a las posibilidades que la vida nos brinda, tomarlas y hacerlas nuestras, expropiarlas.
Para comenzar a modificar ciertos hábitos insanos promotores de sufrimiento y estrés, hay que desarrollar comportamientos orientados a crear y potenciar nuevos reforzadores, romper la autoperpetuación y crear un ambiente motivacional menos negativo; salir del nicho y darse gusto. Vemos cuatro opciones.
1. Sacar tiempo para el disfrute. Los momentos de descanso, la recreación y las vacaciones no son un "desperdicio de tiempo", sino una inversión para la salud mental. No posterguemos tanto la satisfacción esperando el día: la autoestima es para todos los días. No hagamos de la responsabilidad una obligación extenuante y dogmática; es mejor echarle una pizca de diversión.
2. Decidir darse gusto La búsqueda del placer es una condición del ser humano. Forma parte de nosotros como algo natural. No es algo malo y sucio, primitivo y sórdido. Ser hedonista no es promulgar la vagancia, la irresponsabilidad o los vicios que afecten la salud. Es vivir intensamente y ejercer el derecho a sentirnos bien, vibrar con las cosas que nos gustan y exaltar un poco más la sensibilidad. A veces, irracionalmente, pensamos que no merecemos la alegría y que la actitud ascética es necesaria para crecer como ser humano, y nada hay más falso. Intentar estar bien es una responsabilidad vital ineludible.
3. Explorar, buscar, indagar. Si la fe mueve montañas, la curiosidad mueve al universo. No hay bienestar psicológico sin curiosidad, por eso, cuando le quitamos alas a la capacidad de fisgonear, de indagar y escudriñar el ambiente externo e interno, perdemos el motor. El hedonista responsable es un incansable investigador de lo increíble y lo prodigioso (que no necesariamente debe ser un récord Guinnes); tiene muy claro que lo inaudito puede estar en la gente más sencilla y en las cosas aparentemente más simples. Los aspectos placenteros de la realidad están a la espera para que los aprovechemos, no hagamos como las personas encapsuladas que se asfixian a sí mismas.
4. No racionalizar tanto las emociones agradables. No me refiero a subestimar la importancia del pensamiento, de hecho, la manera de pensar tiene influencia sobre el tono afectivo. El problema ocurre cuando sobrestimamos la razón. Si intentamos racionalizar más de la cuenta los sentimientos, obstaculizamos su fluidez, los inhibimos, les quitamos su valor funcional. En nuestra cultura, el culto al análisis es tanto que no somos capaces de oír, mirar o tocar, "sin pensar". Hay una tendencia clara a "ubicar" la emoción en categorías conceptuales, juicios de valor y opiniones. Cuando estemos bien y contentos, no nos enfrasquemos tanto en los por qué. Si no es dañino para uno ni para los demás, simplemente aceptemos el disfrute con agradecimiento.
El estilo de vida hedonista inteligente, donde el placer sano se incluye como un aspecto vital de lo cotidiano, crea inmunidad psicológica. Las defensas se incrementan, las endorfinas se activan, la piel mejora, el pelo brilla más, la gastritis molesta menos, el humor se convierte en "buen humor", el sexo se exacerba más y la mirada se hace más vasta y profunda.
Cada día por la mañana, cuando abramos los ojos y veamos la inmensidad del día que nos espera, no nos quedemos con el sombrío pronóstico de la amargura anticipada. Es mejor hacer un pacto con el lado derecho del corazón, estimular un poco la taquicardia, y decir: Hoy voy a tratar de aprovechar cada minuto agradable, lo voy a degustar con la avidez de quien devora el último sorbo de alegría, hoy me voy a recostar descaradamente en las buenas y no en las malas. Eso es hedonismo.
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